domingo, 1 de septiembre de 2013

OBSERVADOR ECLESIAL 01-09-2013



EL QUE SE ENGRANDECE A SÍ MISMO, SERÁ HUMILLADO; Y EL QUE SE HUMILLA, SERÁ ENGRANDECIDO. Lc 14,1. 7-14

XXII DOMINGO ORDINARIO C

         El Señor Jesús nos invita a cambiar nuestra manera de relacionarnos para poder seguirlo y construir la comunidad.

+ Fabio Martínez Castilla
II Arzobispo de Tuxtla Gutiérrez
        
El Señor Jesús, nos presenta nuestra manera de proceder: Todos
buscamos los primeros lugares y queremos ser siempre los más importantes. La humildad está fuera de los criterios del mundo que busca grandezas, poder, riqueza y placer. Ante esta realidad, Jesús nos propone la actitud evangélica del verdadero discípulo: La humildad, que es como decía santa Teresa, “un vivir la verdad” lo que somos delante de Dios y situarnos como hermanos delante de los otros. La humildad es el arte de: Ocupar nuestro lugar y respetar el lugar del hermano. Lo que importa es que todos estemos como familia en el banquete.

El otro elemento que nos propone Jesús es la gratuidad en el hacer las cosas, nunca actuar por interés o por  conveniencias sino por un amor fraterno sincero, donde solo Dios nos recompensará. Por esto hay que invitar a los pobres, cojos, ciegos, a aquellos que no pueden devolvernos nada y que son los que necesitan comer…
Todos necesitamos aprender de Jesús, él es el maestro de la humildad; todo un Dios que se hace carne y comparte toda nuestra vida hasta morir por nosotros. Es Jesús que nos dice que él ha estado en medio de nosotros como el que sirve y por esto nos invita a aprender de él que es manso y humilde de corazón (Mt 11,29). Ojalá que nosotros los bautizados, vivamos con orgullo nuestra fe y pongamos de moda la humildad en nuestro mundo.  
San Agustín nos presenta la humildad como el fundamento de las demás virtudes, la humildad es todo un ejercicio de vivir en la verdad que nos libera y construye la comunidad; por esto el libro del Eclesiástico 3,19-21 nos dice: Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor. San Francisco de Asís, decía: “Lo que el hombre es delante de Dios, eso vale y nada más”.

Construyamos nuestras familias y la  comunidad con nuevas actitudes en nuestras relaciones. La humildad es la mejor medicina para sanar heridas entre nosotros, y no necesita receta como los antibióticos ahora. Vivamos el arte cristiano de ser pequeño para ser grande a los ojos de Dios.   “La única cosa que no es envidiada es el último lugar”.(Santa Teresa del Niño Jesús)

 Nuestra tarea de esta semana y de siempre es aprender a ser grandes a los ojos de Dios haciéndonos pequeños y servidores de nuestros hermanos, es decir, necesitamos proceder en nuestras relaciones con humildad, esa humildad que no es andar tristes y apachurrados sino la alegría de saber situarnos en la verdad de lo que somos ante Dios y ante nuestros hermanos.
Oremos todos: Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante  al tuyo.


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